viernes, 24 de junio de 2011

La fuerza del Amor

Sigo abocado a la busqueda de historias con el afan de que no se pierdan y se perpetúen sin mas. Ya son varias y poco a poco me animo a publicarlas.
Son muchas las anécdotas y pocas las que se pueden contar para cuidar la intimidad, y si esta claro que hay un elemento común que reúnen a la mayoría. Es el encuentro íntimo entre ocasionales protagonistas y con ello se asocian otros que terminan condicionando todo el relato: el secreto, la caballerosidad y el respeto. Mas hay algunas simples que respetando el anonimato invitan a desandar por poseer todos algún acto inesperado que perpetua el momento.

Al recordar cada cuento del pueblo rural que conozco todos se contextualizan en ámbitos desconocidos para la imaginación de un lector de la ciudad pero la intención es ser lo más claro posible. La memoria nos traslada a escenarios naturales, tranquilos, de calma sosegada amparados por la oscuridad de la noche veraniega o la siesta invernal. Con otro ritmo tal universo otorga más libertades.

En el primero de los recuerdos que me viene al repaso trata de una pareja de alocados amantes que un poco a escondidas pautaban encuentros para sosegar la pasión. Una relación muy carnal donde ella, un poco pasada de kilos, ensayaba una búsqueda constante de amantes y así elaborar una lista nutrida de historias. Sin ánimo de enjuiciarla ella encontraba la felicidad en ese perfil. Algún día la sociedad machista que completamos dejara de marcarla con el dedo.
El un muchacho de pueblo, campechano y siempre atento a las oportunidades que da la vida, con contundente fama por poseer un compañero bien presentado, robusto. Con ello lo que la genética le negó en belleza le favorecía como amante bien provisto.
Asi con tales condimentos la relacion no tardo en florecer. Y bueno los encuentros sucedían y no importaba el lugar ni el clima. Los encuentros reiterados, espontaneos tenian fecha de vencimiento. Una buena noche la insaciable señora ya cansada de este compañero pensó en un último encuentro para avanzar en su plan manifiesto.

Así quedaron en encontrarse en la vía pública, próxima a la quinta del Coco Estevez. Decir esto implica un encuentro amatorio en la oscuridad de alguna calle infrecuentada, rodeada por animales varios con alambrado por medio. La noche serena perdía oscuridad en manos de una luna bien naranja entre las ramas de un joven eucalipto que crecía entre los tamariscos, allí abajo, puntualmente en la curva de la Muerte, sucedía algo que hizo callar a una lechuza compadrona. Los besos y abrazos fogosos de la pareja en cuestión calentaban el ambiente y no paso mucho tiempo que el varón luego de evaluar la vegetación espinosa cercana y la proximidad a un alambrado opto por un rápido movimiento. Giro a la señora y ella, hábil en estos momentos, apoyo sus manos en el hilo de acero superior para que en una postura inclinada hacia el mismo le permitiera al muchacho completar la posición por detrás.

El joven fornido de buen estado físico desarrollo movimientos propios de un atleta, el rendimiento era optimo ante los ojos de unos teros sonámbulos. Sin embargo la señora un poco distante, desprendida emocionalmente no lograba encontrar el entusiasmo acorde a la situación. Era evidente que la mujer estaba completamente distraída ya que masticaba un chicle ruidosamente y giraba la cabeza hacia un lado y otro vigilando que nadie los viera, esperando que su compañero terminara la labor encomendada que insisto era más que optima.

Transcurrido varios minutos la señora, en un acto de total ingratitud, busco una posición mas cómoda descansando uno de sus pies en el tercer hilo del alambrado mientras ensayaba un globo con el chicle descolorido. Este gesto confirmo a los ojos del amante que la circunstancia se hacia aburrida pese a los esfuerzos, y esto despertó la picardía del galán de ocasión. El muchacho elaboro una idea imprevista, rápida y efectiva.
En el incesante movimiento masculino el muchacho opto por cambiar de dirección su expresivo elemento a sabiendas de que esto seria una especie de lección. El hecho se consumo ante la inadvertencia lo que provoco ante todo un sentimiento de sorpresa en la señora. Sin ánimo de entrar a describir que otras sensaciones experimento, si puedo deducir en silencio cuales fueron. Lo expresado por algún testigo de identidad reservada indica que la amante en el primer movimiento se trago el chicle que irremediablemente avanzo por el sistema digestivo, y sin salir del escozor en un segundo empujón quedo enredada entre los hilos de acero del débil alambrado que se inclinaba ante la fuerza del amor.

Algunos ausentes aventuran que solo pudo frenar el segundo impulso afirmando su fuerte e incompleta dentadura femenina en el alambre superior, que le sirvió anteriormente de apoyo, lo que le permitió al amante concluir con la acción enmendada. La historia de estos amantes se nutrió no más que de algunas pocas palabras y ningún encuentro subsiguiente probablemente a consecuencia de lo expresado. El destino obro caprichosamente y lo que unio rapidamente separo de igual modo.

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