domingo, 4 de diciembre de 2011

La Elegida

Esta historia contada por quien es mi primo Claudio provoca en mi persona el mayor de los estados de carcajadas. De chico, según cuentas las tías, improvisaba este tipo de historias sin mayores diferencias a la de un profesional. Es muy difícil estar a la altura de este cuentista pero en un esfuerzo paso a contarles con media sonrisa dibujada en mi rostro este recuerdo de Indio Rico.

Para quien no conoce la localidad esta historia transcurre en un sector del radio urbano denominado entre los lugareños como el barrio Mataderos. Una zona que se aproxima al ambiente rural pero que anteriormente conservaba su propio ritmo de vida acorde a un sector en crecimiento poblacional.
Esta y otros vecindades ostentaban su propio nombre probablemente más por un sentido de pertenencia que por una necesidad de demarcar una aglomeración en ascenso.
Así cada día las vidas transcurrían inmersas en la rutina del trabajo y el ocio según la hora de la jornada. Sin sobresaltos pero no por ello con algún que otro conflicto domestico que importunaba el sosiego.
En este caso la historia rememora un vecino que trabajaba en horario corrido en una dependencia estatal, quedaba parte de la tarde libre y aprovechando lo que quedaba del sol atendía un gallinero propio.
Este buen hombre había logrado una población emplumada de variada riqueza genética. Gallinas de raza ponedoras de huevos blancos y las ponedoras de huevo castaño, y mayoritariamente las criollas coloradas, batarazas, pigmeas y entre varios dos gallos de mucho carácter. Subdividido el corral para favorecer la convivencia entre estos jefes de clanes cada uno administraba su propio sector.

Un gallinero modelo, envidia de la cuadra, leyenda en el barrio. Algunos aventuraban que allí mismo había nacido el gallo presentado en la Fiesta del Trigo que había arrasado con las premiaciones. Inexplicablemente representaba a otra localidad que mejor ni nombrarla, pero que era nacido y criado en el barrio Mataderos sin duda.
Sin embargo el responsable de tan prodigiosa comunidad no se dejaba llevar por las adulaciones y para quienes lo conocían solo tenia ojos para una gallina.
Una bataraza preciosa, mas negra que blanca, una cola emplumada que le caía con galanura y con una cresta bien colorada que sabia llevar con elegancia cautivando a más de un desprevenido caminante.
Pocos sabían que las rabietas entre los gallos eran para disputar semejante hembra. Mas la bataraza entre indiferente y atrevida poca era la atención para estos jefes de harén. Testimonios recogidos coincidían que la muy ladina solía sortear los alambres perimetrales para ganar la vereda y desencadenar mas de un suspiro en gallos vecinos.

Una especie de viuda negra excitante para la impudicia de la comunidad avícola masculina. Mas de un loro barranquero tuvo sus problemas maritales por mirarla descaradamente.
La bataraza preferida, por del dueño del gallinero, deseada por los dos gallos, suspirada por ajenos, también provocaba envidia en algunos vecinos que no podían conformar un gallinero que brillara por si solo.
Justamente un vecino casa por medio era quien mas criticaba lo que todos aplaudían, no podía con su sentimiento de envidia. Daba rienda suelta a su crítica e inclusive sus comentarios calculadores eran volcados a su vecino directamente.

El propietario de la gallera restaba importancia a tales palabras y continuaba con su pasión diaria, ciertamente para embelezarse con la bataraza que orgullosa se paseaba a la vista de su protector.
Un buen día el diablo metió la cola, el hombre al volver de su trabajo noto de la ausencia de la bataraza. Creyéndola escapada, la imagino paseando en algún patio vecino. Las horas pasaron y la Elegida no aparecía.
Pues este hombre salio en su búsqueda ya con un sentimiento de alarma propio de alguien que imagino el peor final. Los vecinos consultados no tenían novedades. dos señoras se organizaron para recorrer las calles aledañas. Alguno aventuro haberla visto caminar por la calle por la mañana confirmando que la audaz había sorteado el alambre perimetral.
El sol bajaba y la desesperanza ganaba sentido en el hombre, solo restaba consultar a un ultimo vecino. Aquel que no congeniaba, y ya en horas de la tarde solo podía encontrarlo en el bar cruzando la calle. Se encamino resuelto y se adentro al local, allí pudo verlo a un costado de la barra, apoyado al mueble con la mirada fija en el vaso que cuidaba en su mano.
Sabiendo que lo había visto hablo directamente sin esperar una mirada de atención.

“decime vo,… no vite la bataraza suelta por áhi…”
“¿a quien che? Contesto el vecino sin dejar de mirar el vaso.
“la bataraza…la gallina que se me escapa do por tres” comento apelando a la paciencia.
“botaraza nu, hoy vi una culurada suelta peru botaraza nu”
Esperanzado aun le cerro el dialogo con el pedido: “bueno si la ve me avisa che”. Giro y algo desconfiado se fue a la calle a reanudar la busqueda.
“Botaraza nu… culurada si…” repetía el viejo sin dejar de mirar su trago.
El dueño del gallinero con las manos vacías, supuso que las esperanzas no se agotaban, volvió sobre sus pasos para continuar la búsqueda dejándolo solo en sus comentarios al viejo que nunca dejo de mirar el trago.
“Botaraza nu… culurada si…” repetía el viejo, y sintiendose solo esgrimió una media sonrisa en su soledad y sin dejar de mirar el vaso comento para si mismo: … culurada si…tomo el ultimo sorbo y suavemente profirio… culurada si, culurada quedo por el tuco.

viernes, 24 de junio de 2011

Doma de novillo

Otra historia contemporanea me retrotrae a los momentos en que cierta fantasia para entretenerse gobernaba los tiempos de ocio. En estos tiempos ante tanta red social virtual y ps3 el aburrimiento suele aniquilar el ingenio lamentablemente, o no. Como saberlo.
La historia habla de amigos y de una buena tarde de diversion que paso a contarles.
Todavía se recuerda, con cierto pesar, cuando aquella convocatoria de doma improvisada el grupo de amigos se dispuso a divertirse con la jineteada de un novillo de destete.
Un novillo careta bien comido, manso pero no por ello dócil. Un pelaje negro azabache que solo se interrumpia, en contaste, con el blanco en su cabeza ensayando un prolijo remolino sobre sus ojos.
La contienda se desarrollaba con normalidad, uno a uno los muchachos subian a montarlo y este animal con impecable precisión fue desmontando a todos. Auspiciaba de palenquero un personaje que no pretendía asumir ningún riesgo físico. De impecable vestimenta urbana culminaba su elegancia con una campera de jeans, prendida en esta ocasión para evitar enredos con la soga que sosegaba al Novillo. Este joven era quien se encargaba de tener el animal con una soga para que el desafiante se trepara para luego soltarlo y que se desencadenara el breve espectaculo.
Para la ocasión se había improvisado como zona de palenque una vereda que daba a una pared de un galpón que proponía el reparo. Así es que el animal era solicitado reiteradamente para que los mas atorrantes lo subieran y finalmente en cortos corcovos acabaran en el pasto.
Claro, los minutos pasaban y el novillo victima de la rutina descubrió, al analizar la estadistica, que ante cada salida hacia el pasto verde los jinetes lograban estirar algunos segundos el desafío producto de que sus brios perdian certeza ante el cansancio. Los últimos corcovos ya no tenían la efectividad de los primeros. Así que redondamente decidió en cambiar la estrategia, y mientras era atrapado y conducido a la zona de palenque para ser domado nuevamente por el muchacho con campera de jeans, rediseño audazmente la técnica.
Ya en zona de salida, y con un jinete liviano de huesos en su lomo espero la voz de largada, la soga cedió en su cuello y el novillo reitero el giro hacia el pasto como se esperaba mas el cambio de estrategia sorprendió a todos. El novillo planto sus manos en la tierna hierba y mientras todos esperaban el primer corcovo el avezado vacuno tomo fuerzas pero para desandar el trayecto.
Giro como rebobinando la salida aproximándose al palenquero que sorprendido atino a elevar sus cejas, soltar la soga, abrir los brazos y retroceder un paso hacia atrás afirmándose en la pared del galpon.
El piso de material traiciono la estabilidad del animal y el del sorprendido palenquero. El animal con poco margen de maniobra ante la dureza del piso solo le resto como recurso de defensa el topetazo al sorprendido muchacho que aguardaba contra la pared. Esgrimió un primer intento de golpe pero recién en el segundo su testa dio de lleno en el pecho del muchacho que experimento una sensación de ahogo que le aflojo las piernas y lo desplomo.
El choque trasmitió de lleno todo el impulso que concentro en el hueso frontal del vacuno, justo ahí donde el pelaje del animal hace un remolino blanco, e impacto en un solo botón de la campera de jeans quien trasmitio la fuerza.
Conforme con la acometida giro en redondo en busqueda de libertad, volteando a su domador, y se abrio paso entre los amigos que corrian a socorrer al accidentado.
El final trasncurrio con varias risas y un novillo que gano el campo para nunca mas volver.
Lo que solo fue un susto significo que con al correr de los días todavía se podía observar en el pecho del ya recuperado colaborador de campo como un perfecto punto rojo, cual cicatriz de bala, lucia redondo.

La fuerza del Amor

Sigo abocado a la busqueda de historias con el afan de que no se pierdan y se perpetúen sin mas. Ya son varias y poco a poco me animo a publicarlas.
Son muchas las anécdotas y pocas las que se pueden contar para cuidar la intimidad, y si esta claro que hay un elemento común que reúnen a la mayoría. Es el encuentro íntimo entre ocasionales protagonistas y con ello se asocian otros que terminan condicionando todo el relato: el secreto, la caballerosidad y el respeto. Mas hay algunas simples que respetando el anonimato invitan a desandar por poseer todos algún acto inesperado que perpetua el momento.

Al recordar cada cuento del pueblo rural que conozco todos se contextualizan en ámbitos desconocidos para la imaginación de un lector de la ciudad pero la intención es ser lo más claro posible. La memoria nos traslada a escenarios naturales, tranquilos, de calma sosegada amparados por la oscuridad de la noche veraniega o la siesta invernal. Con otro ritmo tal universo otorga más libertades.

En el primero de los recuerdos que me viene al repaso trata de una pareja de alocados amantes que un poco a escondidas pautaban encuentros para sosegar la pasión. Una relación muy carnal donde ella, un poco pasada de kilos, ensayaba una búsqueda constante de amantes y así elaborar una lista nutrida de historias. Sin ánimo de enjuiciarla ella encontraba la felicidad en ese perfil. Algún día la sociedad machista que completamos dejara de marcarla con el dedo.
El un muchacho de pueblo, campechano y siempre atento a las oportunidades que da la vida, con contundente fama por poseer un compañero bien presentado, robusto. Con ello lo que la genética le negó en belleza le favorecía como amante bien provisto.
Asi con tales condimentos la relacion no tardo en florecer. Y bueno los encuentros sucedían y no importaba el lugar ni el clima. Los encuentros reiterados, espontaneos tenian fecha de vencimiento. Una buena noche la insaciable señora ya cansada de este compañero pensó en un último encuentro para avanzar en su plan manifiesto.

Así quedaron en encontrarse en la vía pública, próxima a la quinta del Coco Estevez. Decir esto implica un encuentro amatorio en la oscuridad de alguna calle infrecuentada, rodeada por animales varios con alambrado por medio. La noche serena perdía oscuridad en manos de una luna bien naranja entre las ramas de un joven eucalipto que crecía entre los tamariscos, allí abajo, puntualmente en la curva de la Muerte, sucedía algo que hizo callar a una lechuza compadrona. Los besos y abrazos fogosos de la pareja en cuestión calentaban el ambiente y no paso mucho tiempo que el varón luego de evaluar la vegetación espinosa cercana y la proximidad a un alambrado opto por un rápido movimiento. Giro a la señora y ella, hábil en estos momentos, apoyo sus manos en el hilo de acero superior para que en una postura inclinada hacia el mismo le permitiera al muchacho completar la posición por detrás.

El joven fornido de buen estado físico desarrollo movimientos propios de un atleta, el rendimiento era optimo ante los ojos de unos teros sonámbulos. Sin embargo la señora un poco distante, desprendida emocionalmente no lograba encontrar el entusiasmo acorde a la situación. Era evidente que la mujer estaba completamente distraída ya que masticaba un chicle ruidosamente y giraba la cabeza hacia un lado y otro vigilando que nadie los viera, esperando que su compañero terminara la labor encomendada que insisto era más que optima.

Transcurrido varios minutos la señora, en un acto de total ingratitud, busco una posición mas cómoda descansando uno de sus pies en el tercer hilo del alambrado mientras ensayaba un globo con el chicle descolorido. Este gesto confirmo a los ojos del amante que la circunstancia se hacia aburrida pese a los esfuerzos, y esto despertó la picardía del galán de ocasión. El muchacho elaboro una idea imprevista, rápida y efectiva.
En el incesante movimiento masculino el muchacho opto por cambiar de dirección su expresivo elemento a sabiendas de que esto seria una especie de lección. El hecho se consumo ante la inadvertencia lo que provoco ante todo un sentimiento de sorpresa en la señora. Sin ánimo de entrar a describir que otras sensaciones experimento, si puedo deducir en silencio cuales fueron. Lo expresado por algún testigo de identidad reservada indica que la amante en el primer movimiento se trago el chicle que irremediablemente avanzo por el sistema digestivo, y sin salir del escozor en un segundo empujón quedo enredada entre los hilos de acero del débil alambrado que se inclinaba ante la fuerza del amor.

Algunos ausentes aventuran que solo pudo frenar el segundo impulso afirmando su fuerte e incompleta dentadura femenina en el alambre superior, que le sirvió anteriormente de apoyo, lo que le permitió al amante concluir con la acción enmendada. La historia de estos amantes se nutrió no más que de algunas pocas palabras y ningún encuentro subsiguiente probablemente a consecuencia de lo expresado. El destino obro caprichosamente y lo que unio rapidamente separo de igual modo.