miércoles, 14 de abril de 2010

Rapido y asustado

Hace unas semanas que intercambio anecdotas escuchadas en reuniones de amigos con un primo que tiene la particularidad de sobresalir cuando se dispone a contar tales hechos.
Me acorde una historia en este momento, tal vez mi preferida, y paso a contarla. La historia que parece tener actos de exageracion es contada por otros con detalles similares asi que deduzco que es muy conocida y lo que seria sorprendente es que es veridica.

Esta anécdota rescata dos iconos de la Pampa nostalgiosa.
Tratase de un gaucho pueblerino, probablemente de un paisano que otrora fue peon de campo y porque no una persona que en su infancia vivió en el campo de sus abuelos o padres. Un campero de raza que con el tiempo caducaron sus días laborales relacionadas a la cría de ganado.
Jubilado tal paisano cambio su vida radicalmente y fue expulsado a la ciudad donde transcurría sus horas en la atención de la quinta de donde se proveía de verduras y en tiempo de ocio absoluto su gran pasión, su compañero de profesión. Aquel que entendía de sus silencios un tostado ruano, un hermoso caballo de cinco años, ágil, manso y de gran viveza. Un dolor recurrente en las articulaciones ya no le permitía disfrutar del animal, apenas en algún desfile.
No por ello dejaba de atenderlo y todas las tardes lindas lo sacaba a pastorear a la vera de algún camino rural. Salía montado en su vieja bicicleta tipo inglesa con canasto, freno contra pedal. Pasaba por el baldío donde el caballo pastaba y luego de atarlo salían en fila en busca de buenos pastos.
Una tarde el paisano con su noble compañero enfilaron hacia un camino rural y luego de pedalear un rato sintió que a lo lejos un motor bramaba en la misma dirección. Mantuvo su recorrido firme al costado del camino y espero que el vehiculo pasara.
El motor se sintió fuerte y un Ford color naranja apenas diviso el paisano seguido de la estela de tierra interminable. El Falcon Sprint, la oveja descarriada de la dinastía, con sus 166 hp. se podía crucerear a 160 km/h con aire acondicionado, viajaba en igual dirección y aprovechando la solitaria calle no se apiado del ciclista y el caballo que lo seguía.
El viejo mantuvo firme el volante y confiado en que la tierra ya desaparecería continuo su marcha. Habrá pedaleado unos minutos mas y paro a descansar mientras el animal comía un verdeo nuevo.
Pasaban los minutos y como al rato el viejo balbuceo: Hijo e puta que iba rápido....me lleno de tierra- el caballo atento movió las orejas.
Habrá pasado una hora y media y el viejo preparo la vuelta, ato el caballo y movió pedaleando suave para llegar seguro.
A todo esto el Falcon había llegado a destino e inmediatamente volvía para el pueblo, mismo camino, misma velocidad. A los minutos diviso a lo lejos el caballo con el ciclista que también volvían.
Sin piedad no reparo en el polvillo y apenas aminoro la marcha para pasarlo. La tierra era tal que apenas lo vio por el espejo para perderlo inmediatamente. En ese momento de distracción el conductor del Sprint sintió un impacto adelante en el coche lo que lo hizo asustar bastante y reducir la velocidad hasta salir de la sorpresa.
Mientras el viejo que se las ingeniaba para ver en la espesa tierra levantada, pronto recobro la calma y diviso mejor el camino. Tamaña sorpresa tuvo al ver tirado en el camino un joven ñandú de 20 kilos, justamente la victima del Falcon Sprint. Un macho, por su plumaje ennegrecido, desparramado en el suelo.
Contento el paisano se detuvo para levantar la presa que por sus plumas y su carne siempre fue codiciado. Como pudo lo alzo y lo coloco apresuradamente en el canasto de la bicicleta.
En marcha nuevamente el viejo ya contaba las monedas que conseguiría por las plumas. Entusiasmado no se percato que el cuerpo inerte había dejado de estarlo. El Ñandú no estaba muerto, si probablemente desmayado según conclusiones veterinarias posteriores.
El ave conmocionada estaba mas asustada que dolorida, intento recuperar su postura pero no lo lograba. En un segundo intento sus patas poderosas pudieron destrabarse encontrando un hueco en el canasto. De tal manera que el canasto de contenerlo paso a ser como un chiripa improvisado para el animal.
Lo cual no era solución para su plan de escape, aunque ella, confiada, buscaba hacer tierra para huir velozmente. En breves movimientos el ñandú tiro unas zancadas al aire hasta que primero una pata e inmediatamente la otra calzaron inexplicablemente en los pedales de la bicicleta.
El paisano sintió unos empujones en sus pies y atino a afirmarse en el volante para bajar la vista. Nunca pudo relacionar eso que se movía abajo con el cuerpo del animal que para sorpresa del viejo buscaba erguido el horizonte.
El ñandú conciente del peligro solo pensaba en correr y correr mas fuerte por el sendero abierto. El Gaucho aferrado al volante a los pocos metros perdió la boina y pronto gano en su mente la sensación de que de esta no escaparía tan fácil, junto las rodillas a la altura del volante y abrió bien los ojos para no perder dominio.
El caballo sintió el sacudon pero eso no lo saco de sus pensamientos profundos, ya cuando la boina del paisano pego en su cara esto lo trajo a tomar conciencia que el tranco no alcanzaba y que el galope pronto no seria suficiente.
Testigos aseguran que el trío en cuestión, ya lanzados a gran velocidad levantaban la misma polvareda que segundos antes lo supo hacer el Sprint, que para esta altura había dejado de ser un puntito en la senda para tomar cada vez mas cuerpo en el camino.
Según comentarios registrados por los investigadores pronto, en la infernal disparada, el ñandú, el paisano y el caballo se le pusieron a tiro al Sprint y de no ser porque un pozo le permitió al ñandú salir de la trampa veloz, ganando campo adentro, el Falcon hubiere sufrido en carne propia la ola de tierra que provocaba a su paso.
La historia concluye al fin con algunos testimonios mas de gente que comenta que el paisano sigue sin entender como continua con vida, mas no se pudo recabar información de cual fue el paradero del caballo que conociendo de sus limitaciones pudo librarse de la atadura que lo condenaba junto a la bicicleta y mucho menos de algún testimonio elaborado a partir de la experiencia.