jueves, 5 de noviembre de 2009

Tesoro de familia

La campana determino el comienzo del descanso. Todos al unísono acomodaron algunos elementos dispersos apenas en el banco y varios disparados a la carrera buscaron el exterior.
Por una cuestión de peso dejó pasar a los mas grandes, pues era un integrante de 1° grado de los menos arriesgados, la maestra los observaba desde el escritorio sin mirar. El niño no quiso correr en su presencia, ella había hecho un gran esfuerzo en la clase y hacerlo era decirle que lo suyo no valía. Sin buscar una mirada de agradecimiento enfilo mirando el piso.
El delantal un talle más grande, espléndidamente blanco apenas le dejaba ver la punta de las zapatillas. Llego a la puerta y pese que afuera ya se armaban los juegos que tanto disfrutaba de costado vio algo que le cautivo.
Al final del pasillo pudo ver, ya detenido y olvidando el murmullo del patio, un mueble de dos puertas con vidrio y cortinas marrones. Le llamo la atención, pese a estar en un tenebroso rincón, lejano, sentía una atracción inevitable.
Dio unos pasos en su dirección como dudando y en un momento se paralizo. No pudo generar un solo avance, desde adentro del mueble un tigre lo miraba desafiante. Sus ojos penetrantes parecían pedir algo. En un instante sus parpados bajaron coordinadamente, una acción plenamente estudiada, sin errores, armonizado para luego volverlos a levantar. Un pequeño movimiento de sus bigotes parecía indicar algo y bruscamente en centésimas desapareció detrás de las cortinas marrones.

No conocía esa área, estaba camino contrario al recreo donde jugaban sus compañeros. El mueble gobernaba el sitio inexplorado, ahora lo tenía al alcance de su mano. Nada se veía, el tigre no volvía, la cortina marrón era inescrutable, y la intriga crecía al igual que el miedo.
Observo que la puerta estaba con llave y la misma puesta en su ranura. Acerco su cara al vidrio para mejorar la visión hacia el interior y la cortina cedía poco a poco. Parecía divisar algo, con una mano hizo sombra a su mirada. Ahí estaban, eran lomos de libros puestos ordenadamente. Apoyo su nariz al vidrio para ver mas y de algún lugar detrás del vidrio la cara de un aborigen se le planto con la mirada fija en el. El espanto por la sorpresa fue tal que el niño perdió el equilibrio y cayo de espalda para quedar sentado en el piso.
¡Leandro! Creyó sentir pese a que el aborigen no dejaba de mirarlo desde adentro, el niño estaba muerto de miedo.
Leandro… reitero la maestra mas suavemente mientras lo reincorporaba. ¿Que haces acá? No te fuiste a jugar…
La miro sin decir palabras, le indicaba con el dedo extendido al aborigen que observaba provocador detrás del vidrio. La maestra sin mirar al mueble lo ayudo a levantarse.
¿Nunca te conté de este lugar? Sabía que algún día íbamos a estar en esta situación… porque te gusta leer y algún día escribirás.
Por un momento dejo de mirar a la maestra para buscar al aborigen de mirada penetrante pero ya no estaba.
La maestra giro la llave y ante los ojos del niño apareció detrás de la puerta gran cantidad de libros. Anchos, pequeños, amarillos, viejos, con títulos dorados, azules, muchos libros.
Ella esa mañana eligió por el, fue la única vez. Le entrego un par de libros muy usados, pronto supo que de ellos venían el tigre y el aborigen. Las aventuras escritas por Emilio Salgari invadieron el mundo del jovencito.
Tiempo después llegaron el Cid, el Rey Arturo, la Iliada y la Odisea, Garibaldi, las leyendas de Aborígenes Americanos, Marco Polo y más. Esta vez, cada uno, él los fue eligiendo consumiendo a cada uno no sin antes participar directamente en cada aventura saliendo casi ileso.

Un tiempo atrás en mi escuela de campo, todavía recuerdo, descubrí retirado a un rincón un viejo aparador con puertas vidriadas y cortinas marrones.
Leer. Que pena no haberlo hecho mas todavía, soy un lector practicante pero nunca es suficiente.
Pocos libros pero algunos tan movilizadores, sin duda que ellos son recibidos según el momento que transcurrimos y de allí nuestro recuerdo o el olvido. Creo que llegue a exagerar cuando la Biblia no era suficiente y me encontraron leyendo un libro de Mormones, más interesante desde la ficción que la anterior.
Revistas y libros fueron abiertos, algunos olvidados. Una revista en el camino hecha con grandes amigos, un producto noble y nuestro que algún día volverá a la calle.
Pero había un libro que me movilizaba pero era intocable. Uno que recuerdo entre varios que recorrió parte de mi vida.
En lo de mi tía Eva, muy alto descansaba un hermoso libro brilloso. Y de tan caro que era no se tocaba, pensaba, pero viendo mi mirada alguna vez Eva lo bajo y me lo mostró. Tapa dura, hojas gruesas, fotos inolvidables.
Fascinado no paraba de mirar las ilustraciones varias que tenia. Los títulos disparaban mi adrenalina pero su extensión era tal que no había tiempo suficiente para abordarlo y ahora me doy cuenta que tampoco hubiese tenido suficiente comprensión. Era un libro para gente adulta. Un libro que contenía tanta información que cautivaba inclusive a los de mi edad. Aquella vez fue inolvidable y algunas veces más volvieron a bajarlo ante mi insistente pedido para recorrerlo con la mirada y el tacto, fue la última vez que lo vi.

Mi gran problema fue que leer era lo esencial e iba en contra de los intereses del grupo que conformaba en ocasión pues todos pretendía jugar y como aquella vez que quede fuera de los juegos del colegio luego sucedió de igual manera con mis primos, con mi hermano Julián, con mis amigos Valentini. Y ahora Laureano, mi hijo, me exigieron antaño y me exige renunciar el ahora a la lectura. Los juegos aguardan y yo peleando internamente por la elección.
El tiempo corre y dejo que algunos minutos sean para jugar pero muchos mas para leer. Recorro infinidad de temas pero termino disfrutando las historias de mujeres o aquellos libros que se parecen a aquel libro de mi tía.
Un día, hace poco, que jamás olvidare me la cruce y luego de charlar un momento se levanto y volvió con el libro que tenia el mismo brillo de hace años y me lo presto. Intente salir de la sorpresa y solo atine a darle las gracias y a decirle que lo cuidaría para alguna vez prestárselo a otro loco de la lectura en la familia. Eso es un tesoro, será para Paloma, para Tais… quien sabe.
Hoy ya lo leí dos veces y no veo la hora de que sea una vez más. Es como creía maravilloso, revelador, inquietante.
Ah,… el libro se llama Cosmos escrito por Carl Sagan y no lo presto.
Porque como digo es un tesoro de familia.

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